La medida del tiempo (III). El calendario gregoriano

Retrato de Gregorio XIII, por Lavinia Fontana
En el anterior artículo vimos cómo Julio César implantó el calendario que sirve como fundamento al que utilizamos hoy en día en la mayor parte del mundo. A partir de los calendarios primitivos basados en el ciclo lunar, e inspirado por el calendario egipcio, realizó un ajuste de los meses (cuyo origen se encuentra en las lunaciones) al año de las estaciones, el año trópico, e implantó el bis sextum, un día adicional cada cuatro años para adaptar su duración a 365,25 días. Pero la duración real del año trópico es algo menor, de 365,2423 días (en la época de Julio César, hoy es de 365,2422 días), lo que supone que el calendario romano o juliano tenía un exceso de 11 minutos y 14 segundos cada año. Esta cantidad puede parecer despreciable, pero con el paso de los siglos provocó un desfase importante, lo que llevó a la necesidad de realizar un ajuste más preciso. 

En el año 325 de nuestra era, el emperador Constantino convocó el Concilio de Nicea, en el que se pretendía poner orden en una religión que había penetrado en el Imperio Romano, que ya gozaba de libertad y que se encontraba dividida entre varias corrientes, el Cristianismo. El principal tema era resolver la cuestión de si Jesús podía ser identificado con Dios mismo o no, dilema de suprema importancia que ocasionó muchos quebraderos de cabeza (y muchas "parrilladas" en plazas públicas) durante los siglos siguientes. Pero también había otras preocupaciones como fijar la fecha de Pascua de Resurrección, el momento más importante para un cristiano relacionado con la vida de Jesús. Como en los evangelios se narra que la Pasión transcurre durante la Pascua Judía, se decidió que se celebrara el primer domingo después del primer plenilunio tras el equinoccio de primavera. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que había un desfase de tres días entre la supuesta fecha del equinoccio y el momento en que éste se producía realmente, y se planteó la necesidad de hacer una reforma del calendario juliano. Sin embargo, no se hizo tal reforma porque atribuyeron este desfase a un error de Sosígenes de Alejandría al determinar la fecha del equinoccio, y se limitaron a fijar de nuevo la fecha el 21 de marzo sin modificar nada más. 


Pasaron los siglos y fue aumentando el desfase, lo que ocasionaba ciertos problemas para establecer las festividades de la liturgia cristiana, pues no olvidemos que algunas de ellas, como la Ascensión y Pentecostés, van en función de la Pascua de Resurrección, y ésta según la Luna y el equinoccio de primavera. Aunque el tema volvió a tratarse en varios momentos, no fue hasta el Concilio de Trento (1545-1553) cuando se se decidió abordarlo en serio, pues el desfase era ya de 10 días (el equinoccio se verificaba el día 11 de marzo en vez del 21). Fue el papa Gregorio XIII quien creó una comisión para dar solución a este problema, en la que estaba el astrónomo jesuita Clavius, que tras un estudio pormenorizado propuso al Papa las siguientes medidas para reformar el calendario: 
  • Todas las fechas se desplazarían 10 días para volver a poner en su sitio la correspondiente al equinoccio de primavera (el 21 de marzo).
  • Para que el desfase no se volviera a producir se suprimirían 3 días cada 400 años, por medio de eliminar tres años bisiestos en ese plazo. De este modo, los años de final de siglo pasarían a ser años comunes y no bisiestos, excepto los divisibles por 400 que seguirían siendo bisiestos. 
Así, si en el calendario juliano los años 1600, 1700, 1800, 1900, 2000 y 2100 serían bisiestos, con la reforma gregoriana sólo se mantendrían bisiestos los divisibles por 400, los años 1600 y 2000. 

Esta reforma fue introducida en 1582, y para ponerla en práctica se decretó que al jueves 4 de octubre le siguiera el viernes 15 de octubre, de forma que se eliminaran los diez días de desfase acumulados por el exceso de duración del año en el calendario juliano. La muy católica España de Felipe II la aceptó inmediatamente sin rechistar, y poco después Portugal y Francia (donde del 9 de diciembre se pasó al 20 de diciembre de 1582). La parte católica de Suiza y Alemania aceptó la reforma en 1584, pero en las partes no tan católicas (seguidoras de las heréticas ideas de Lutero y Calvino) dijeron que bien podía meterse el Papa la reforma por la mitra. Sólo en 1752 aceptaron el calendario gregoriano Inglaterra y Suecia, que para entonces tuvieron que eliminar 11 días (uno más, por cabezones), lo que provocó hasta alguna revuelta entre los ingleses, indignados porque les iban a quitar once días de salario.

En el mundo industrializado (y cada vez más interconectado) del siglo XIX y comienzos del siglo XX resultaba imprescindible unificar criterios en cuanto al calendario, y al final países culturalmente muy distantes a Europa adoptaron la reforma gregoriana del calendario juliano, como Japón (en 1873) y China (en 1912). Los países ortodoxos como Rusia la adoptaron en 1923 y Turquía en 1924. En la actualidad sólo los judíos y la mayoría de los países musulmanes siguen utilizando oficialmente sus respectivos calendarios.

Una última nota respecto al momento de inicio del calendario: ni en el calendario romano ni en el gregoriano (basado en el primero) se utiliza el "0". El cero como número, con las ventajas matemáticas que conlleva, fue inventado en la India, de ahí lo transmitieron los árabes al Magreb, del Magreb saltó a Al-Andalus y de aquí al resto de Europa, donde posiblemente fue Fibonacci el primero en utilizar el cero y el sistema algebraico árabe en el siglo XII. Pero la Iglesia y los calculadores profesionales, acostumbrados a sus ábacos, consideraron la nueva álgebra brujería y cosa del demonio, y la vetaron hasta el siglo XV. Por tanto en el calendario juliano o gregoriano no existe el año cero, sino que el cómputo comienza en el uno. Así, el primer milenio comenzó en el año 1 y terminó 1000 años después; el segundo milenio comenzó en el año 1001 y terminó en el 2000 (incluido) y el tercer milenio (el actual) se inició el 1 de enero de 2001. Esto viene a cuento del revuelo que se originó en el año 1999 cuando erróneamente se celebró un cambio de milenio para el que faltaba aún un año. Los calendarios son sistemas de cómputo del tiempo con una finalidad práctica (aunque también hayan tenido una función ritual paralela con connotaciones místico-religiosas), de modo que estos cambios de cifras son intrascendentes, como lo es el cambio horario en la media noche, o el final y reinicio del calendario maya en diciembre de 2012.

Comentarios

  1. El salvaje sureste ibérico11 de diciembre de 2011, 8:33

    A mí me da igual pero como se acabe el mundo dentro de un año y no convoquen oposiciones voy a Guatemala a buscar a los mayos, las mayas y la Abeja Maya para c****** en su p*** madre.

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  2. A la izquierda del Cabo del Gato11 de diciembre de 2011, 9:13

    No me queda clara una cosa: si sólo se declararon como bisiestos los divisibles por 400, ¿en 2000 hubo dos días bisiestos? ¿Febrero tuvo 30 días)

    Otra cosa: echo de menos una referencia al calendario republicano francés, que fue una auténtica revolución en la Revolución. A partir de 1792, en Francia, todos los meses tendrían 30 días nada más, agrupándose también en un año. Los meses pasarían a tener nombres referentes a lo propio de la naturaleza en ese período: de finales del actual diciembre hasta 30 días después sería el mes Nevoso, después lluvioso, más tarde Ventoso (más de la mitad de marzo), etcétera. Dentro de los meses en lugar de semanas había "décadas" (3 grupos de 10 días) y los cinco días que faltaban para rellenar el año completo se cubrían como haríamos en España, con fiestas nacionales -naturalmente revolucionarias también, como la fiesta de la Virtud, del Talento, del Trabajo (20 de septiembre), de la opinión y de las Recompensas-. Los años bisiestos se añadiría la Fiesta de la Revolución que, como el calendario sólo duró 12 años, se celebró únicamente 3 veces.

    Una curiosidad de este calendario es que, como la Revolución fue un ataque frontal al poder establecido, la Iglesia no podía quedar indemne de esta enorme movilización y por primera vez en siglos todos los santos a los que estaba dedicado cada día se apearon del calendario y fueron sustituidos por frutos, árboles o animales. Por ejemplo en Beas no habría San Marcos durante la ocupación francesa, sino que se celebraría el día de la planta Aguileña.

    El calendario sólo duró 12 años acosado, por supuesto, por la Iglesia al haber perdido el santoral completo a manos de una potencia que pronto sometería a Europa), pero también por los trabajadores, que si antes descansaban los domingos (día del Dominus, del Señor, un día a la semana) ahora dejarían de trabajar un día... de cada diez. Viendo los vientos que recorren ahora mismo por Francia y Alemania que nadie se extrañe si volvemos a este calendario tan florido en cualquier instante.

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  3. El año 2000 fue bisiesto, con febrero de 29 días como todos los bisiestos. La reforma gregoriana lo que hace es quitar tres bisiestos cada 400 años para reducir el exceso de duración resultante del año juliano, y por tanto evitar desfases.

    Algo he leido del calendario revolucionario francés, pero realmente si hubiera triunfado sería un paso atrás en cuanto al ajuste con el año trópico. Eso de añadir días para completar el año es algo que ya hicieron en otros calendarios antiguos y al final evolucionaron hacia un sistema menos arbitrario. Lo importante de un calendario es que sea lo más "perpetuo" posible, que no tenga desfases respecto al año de las estaciones que se acumulen y obliguen a hacer reformas posteriores. De todos modos incluso el calendario gregoriano tiene aún cierto desfase, pero sólo será apreciable en periodos muy largos de tiempo. Aún así se trabaja para buscar una forma de ajustarlo aún mejor.

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