Noche oscura




Somos animales adaptados para desenvolvernos de día, y por eso la noche nos impone respeto; la oscuridad nos hace vulnerables y aprovechamos esas horas para agruparnos en lugares seguros y dormir bajo la protección del grupo. Las poblaciones humanas tienen su origen en el momento en que el hombre se hizo sedentario y surgió un nuevo modelo de organización social que se desarrollaba en la isla protectora del poblado o ciudad frente a un entorno natural hostil que era necesario domesticar. Unos cinco mil años después la sociedad humana se ha complicado hasta tales extremos y su presión demográfica ha llegado hasta tal punto que hoy hablamos de reservas de naturaleza frente a un mundo urbanizado o antropizado.

Europa de noche vista desde el espacio

Si observamos una imagen desde el espacio de las zonas nocturnas del planeta Tierra este hecho se puede comprobar perfectamente. Desde la Revolución Industrial y el posterior desarrollo del manejo de la electricidad, la iluminación nocturna ha crecido al tiempo que lo han hecho la población y las urbanizaciones, hasta el punto de que hoy en día un elevado grado de iluminación nocturna ha pasado a ser sinónimo de "progreso", y se ha pasado de iluminar por cuestiones de seguridad a hacerlo como una forma de ostentación. Para entender de lo que hablo sólo hay que dar un paseo por el centro de cualquier ciudad, sobre todo en fechas navideñas.

En algunos lugares (y no hay que irse muy lejos, baste como ejemplo un pueblo como Beas de Segura) no sólo hay tal nivel de iluminación que hace posible leer perfectamente de noche, sino que la mitad de esa luz se va hacia arriba. ¿Y qué es necesario iluminar por encima de nuestras cabezas? Nada, absolutamente nada: la luz se pierde difundiéndose hacia el cielo. Y cuando hablo de que se pierde luz tradúzcanlo en el dinero que cuesta producirla, porque a veces nos olvidamos de que los ayuntamientos pagan unas cuantiosas facturas de alumbrado público a las compañías eléctricas (o sea, que las pagamos entre todos). Y esa iluminación supone una energía que ha sido necesario producir mediante las distintas formas que conocemos (la mayor parte de fuentes no renovables). En un mundo en el que el que la contaminación atmosférica y el posible cambio climático se vislumbran como uno de los principales problemas a medio plazo ¿cómo se entiende este derroche? 


Esta emisión de luz hacia la nada, hacia el cielo, tiene un efecto directo: la contaminación lumínica. Para los aficionados a la astronomía esto es lo que hace que cada vez nos sea más difícil encontrar un cielo oscuro cuajado de estrellas. Cuanta más luz se proyecte al cielo, menos oscuro es el fondo del cielo nocturno y menos estrellas se pueden apreciar porque quedan anuladas por esa luz difusa. En las cercanías de algunas ciudades se ha llegado al extremo de que sólo los astros más brillantes, como Sirio o Venus, son visibles a simple vista. Ni que decir tiene que el estudio de objetos más débiles a través del telescopio es sumamente difícil en estas condiciones.

Desde hace varias décadas los astrónomos aficionados y profesionales han reivindicado la valoración del cielo nocturno como parte del Patrimonio de la Humanidad, pues el estudio y la observación del Cosmos ha sido (y sigue siendo) parte fundamental del motor que ha permitido el desarrollo y evolución del pensamiento humano. Y aunque hoy en día la cultura televisiva mantenga a la mayoría en una especie de trance psicodélico que genera toneladas de basura mental que hunden el pensamiento en los abismos del individualismo y la pasividad, no podemos privar a las generaciones futuras de la posibilidad de contemplar y estudiar el cielo estrellado como una parte más de la Naturaleza.

Los primeros lugares en regular una protección del cielo nocturno como un elemento más del patrimonio cultural y científico de la Humanidad fueron los vinculados a observatorios de gran importancia internacional, como las Islas Canarias. Poco a poco y gracias a la presión de colectivos, en las zonas con mayor afición a la astronomía se desarrolló una normativa específica, y alguna ciudad como Córdoba quiso ser pionera entre las capitales de provincia en la implantación de una normativa para regular la iluminación nocturna. Pero más importante que desarrollar una normativa es que ésta se aplique y  realmente se adapte a la problemática existente, ofreciendo las directrices para mejorar una situación de partida que no es la deseable. De este modo en más de un caso estas normativas se han quedado en una simple declaración de buenas intenciones.

Por otro lado, el más reciente desarrollo de las Agendas 21 en los municipios adheridos debería suponer una ligera mejora de la situación, al aplicarse planes de optimización energética destinados a mejorar la eficiencia en el alumbrado público. Aún así los tipos de farolas siguen siendo inadecuados en la mayoría de los casos y existe una clara tendencia a sobreiluminar (demandada frecuentemente por los mismos ciudadanos). Además el uso generalizado de lámparas LED de luz blanca o azulada está creando situaciones bastante contradictorias, pues mientras se pretende ahorrar energía se emite un tipo de luz muy perjudicial (luz fría), no sólo para la observación astronómica (por su elevada dispersión atmosférica) sino para la salud (por su efecto en la regulación del ciclo circadiano).

El Reglamento para la protección de la calidad del cielo nocturno en Andalucía

Hace cinco años se aprobó en Andalucía el Decreto 357/2010, por el que se aprueba el reglamento para la protección de la calidad del cielo nocturno frente a la contaminación lumínica y el establecimiento de medidas de ahorro y eficiencia energética. Este reglamento regula los requisitos que deben cumplir las instalaciones de alumbrado exterior (públicas y privadas), de modo que se minimicen los efectos de la dispersión de la luz artificial hacia el cielo nocturno. Se establece la siguiente zonificación del territorio:
  • Zonas E1: áreas oscuras. Corresponden a zonas no urbanizables incluidas dentro de los espacios naturales protegidos, así como aquellas zonas de especial interés para la investigación astronómica. 
  • Zonas E2: áreas que admiten flujo luminoso reducido. Terrenos urbanizables o no urbanizables no incluidos como zona E1. Se trataría de zonas de transición de los espacios más oscuros a los que admiten una iluminación media. 
  • Zonas E3: áreas que admiten un flujo luminoso medio. Se trataría de zonas residenciales, de densidades media-baja, zonas industriales y  áreas dotacionales que se utilicen en horario nocturno. 
  • Zonas E4: áreas que admiten un flujo luminoso elevado. Comprenderían zonas dentro de los cascos urbanos con elevada densidad de edificación, con actividad comercial, turística o recreativa en horario nocturno.
 Con carácter general se prohíbe en TODAS las zonas:
  • Leds, láseres y proyectores que emitan por encima del plano horizontal con fines publicitarios, recreativos o culturales. 
  • Iluminación de playas, excepto las incluidas dentro de los núcleos urbanos.
  • El uso de aerostatos iluminativos.
En las zonas E1 y E2:
  • Todo alumbrado que no sea imprescindible por motivos de seguridad deberá apagarse en horario nocturno.
  • Las lámparas deben minimizar su emisión en longitudes de onda corta (su luz no debe ser blanca ni azulada). 
  • No se permite iluminación publicitaria ni rótulos luminosos. 
  • Las luminarias o farolas deben tener un flujo hemisférico superior menor al 1% (en zona E1) y al 5% (en zona E2). Es decir, que no deben emitir hacia el cielo más del 1 o el 5% de la luz que producen. 
En la zonas E3 y E4:
  • Se recomienda la instalación de sistemas de reducción de la intensidad del alumbrado en horario nocturno. 
  • El alumbrado ornamental emitirá su flujo preferentemente de arriba hacia abajo, y no al revés, y se apagará en horario nocturno, salvo excepciones justificadas. 
  • Las farolas no podrán emitir más del 15% de la luz hacia el hemisferio superior (por encima del plano horizontal).
Existe una zonificación del territorio en las categorías descritas, y en el caso de la provincia de Jaén quedaría como se indica en el siguiente mapa:

Zonificación de Jaén (click para ampliar)
Se puede apreciar que las zonas E1 (las de azul más oscuro) corresponden con los espacios protegidos y zonas de especial interés para las aves. En el otro extremo las zonas urbanas se catalogan como E3 o E4. Todo el territorio no urbanizable y no catalogado como E1 se clasifica como E2. Alrededor de los núcleos urbanos incluidos dentro de zonas E1 se establece una zona E2 de transición.

El papel fundamental para la aplicación de este reglamento recae en los ayuntamientos, pues son las entidades responsables de la mayor parte del alumbrado nocturno. En principio se comenzaron a sustituir las lámparas de vapor de mercurio por otras más eficientes de vapor de sodio, e igualmente la mayoría de los municipios cuentan con sistemas de reducción de la intensidad del alumbrado a partir de cierta hora, medidas encaminadas a la mejora de la eficiencia energética y al ahorro que han sido financiadas por la Agencia Andaluza de la Energía y a través de los programas Agenda 21. La tendencia actual es a sustituir todas las lámparas posibles por LED con criterios más que discutibles. No obstante el verdadero reto es la sustitución o modificación de las luminarias para evitar la emisión de luz hacia el cielo (no más del 15% en los núcleos urbanos). Por otro lado, los propietarios de cortijos e instalaciones en zonas no urbanizables deberán tener en cuenta que no podrán mantener encendidas luces en el exterior en horario nocturno, y además deberán ser de forma que no emitan hacia el cielo más del 5% de la luz (o como mucho el 1% si están dentro de los límites de una zona protegida).

Este reglamento debería ir dando ya sus frutos, obteniéndose avances significativos en la preservación del cielo nocturno de Andalucía. Sin embargo desde mi punto de vista tiene una serie de puntos débiles que dificulta su aplicación y están detrás de que al menos en la zona donde resido no se aprecien mejoras. Sobre todo hay un par de cuestiones que no acaban de estar claras:
  • Se deja la puerta abierta a que los ayuntamientos designen excepciones a la norma (sobre todo en zonas E3 y E4), ¿qué tipo de justificaciones se aceptarán? Esto resulta de importancia en el caso del alumbrado ornamental que proyecta la luz de abajo hacia arriba, que es el más perjudicial de todos y que tiene un impacto visible a mucha distancia del núcleo urbano. De poco servirá catalogar una zona E1 o E2 si en un pueblo a varios kilómetros disponen de focos orientados hacia arriba para iluminar en el mejor de los casos un edificio o una muralla, y no se sigue un criterio estricto y claro a la hora de admitir excepciones.
  • Los límites en el flujo hemisférico superior para las luminarias hacen necesaria la modificación o sustitución de buena parte de las farolas existentes en los pueblos y ciudades, lo que supone una inversión considerable para las entidades locales, aunque a medio-largo plazo se amortice por el ahorro de energía que permite esta medida. Teniendo en cuenta la situación económica actual de los ayuntamientos es algo imposible si no se articulan líneas de financiación, cosa también difícil porque toda la administración pública en general pasa por malos momentos. 

Hay que destacar como un primer paso muy importante el reconocimiento del valor científico y cultural del cielo nocturno por parte de la Administración, y que se apueste por preservarlo como un elemento más de nuestro patrimonio cultural y medioambiental, permitiendo el desarrollo de un Reglamento articular las medidas para conseguir este objetivo. Sin embargo es probable que los efectos en zonas urbanizables y su área de influencia (en un radio de muchos kilómetros) tarden mucho en aparecer, sobre todo los relacionados con la adaptación de las luminarias.

En cualquier caso es necesario un cambio cultural, sobre todo entre la población de las zonas rurales. La penetración de los modos de vida urbanos ha forjado hábitos poco coherentes con nuestras necesidades reales y nuestro entorno, y la ineficiente sobreiluminación nocturna de nuestros pueblos es un ejemplo de ello. Querer ver nuestras calles iluminadas de noche como si estuvieran a pleno día es tan absurdo como estar en casa con pantalón corto en el mes de enero con la calefacción a 26 grados o coger el coche para desplazarnos 100 metros. Mientras este cambio no se produzca y la ostentación y el derroche no dejen de ser el signo distintivo de nuestro modo de vida, la preservación de los recursos, y el cielo nocturno entre ellos, se quedará en una declaración de intenciones.




Actualización 8 años después (2023)

El reglamento andaluz fue derogado por fallos en su tramitación. De todos modos no ha servido de mucho el tiempo que ha estado vigente. Hay un borrador para un nuevo reglamento que es aún más descafeinado que el anterior, cuya versión definitiva no ha visto aún la luz. La contaminación lumínica es un tema que merece su blog aparte, y para eso lancé el blog Nictología. Aquí tenéis información actualizada. 



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