Mirando hacia el corazón de la Vía Láctea
La Vía Láctea en la región de Sagitario y el Escudo. Fotografía realizada en paralelo al telescopio con seguimiento y un tiempo total de 20 minutos de exposición a 800 ISO |
La Vía Láctea, nuestro hogar galáctico, se nos muestra como una alfombra lechosa y luminiscente que a los vikingos indicaba el camino al Valhalla y guiaba a los peregrinos al más terrenal Santiago de Compostela. Realmente todo lo que vemos a simple vista en el cielo (salvo la galaxia de Andrómeda) pertenece a la Vía Láctea, pero cuando nuestros ojos miran en dirección a su disco la cantidad de estrellas, gases y polvo es tal que se aprecia como una macha blanca difusa con una luminosidad y tamaño variable. Discurre por las constelaciones del Can Mayor, Unicornio, Orión, el Cochero, Perseo, Casiopea, el Cisne, el Águila, el Escudo, la Serpiente, Sagitario, Escorpio, el Altar, Triángulo Austral, Centauro, la Cruz del Sur y el Navío de Argos (las últimas cinco visibles en el Hemisferio Sur). De todas las observables desde nuestras latitudes son Sagitario y Escorpio las zonas donde la Vía Láctea presenta mayor brillo y tamaño, algo que obedece al hecho de que en esa dirección se encuentre el centro de nuestra galaxia.
Esta región del cielo caracteriza las noches estivales del Hemisferio Norte. Si observamos después del atardecer a partir de junio podemos verla asomar por el sureste y es durante el mes de agosto cuando alcanza su mejor posición sobre el horizonte sur (aunque no a mucha altura). A la derecha queda Escorpio con su forma característica y a la izquierda la constelación de Sagitario cuyas estrellas principales se asemejan a una tetera. Las dos constelaciones custodian una zona donde las grandes áreas de brillo difuso contrastan con otras más oscuras opacas a la luz que emiten regiones más lejanas.
Constelación de Escorpio. Exposición de 15 segundos sin seguimiento |
Para los babilonios estas "cavernas" eran una entrada al inframundo. En el Poema de Gilgamesh el héroe emprende un peligroso viaje en busca de Utnapishtim y su esposa (los únicos que según el mito sobrevivieron a la Gran Inundación) para averiguar cómo conseguir la inmortalidad. Para ello debe atravesar la puerta donde el Sol se levanta, situada entre dos montañas y custodiada por dos seres mitad humanos y mitad escorpión, que se corresponderían con las constelaciones de Escorpio y Sagitario. Curiosamente en algunas representaciones uno de estos seres fabulosos aparece sujetando un arco y una flecha, lo que podría estar relacionado con la posterior iconografía de Sagitario en la mitología griega.
Lo que "custodian" los dos hombres-escorpión de los mitos babilonios es el centro de nuestra galaxia, que se encuentra en esa dirección a unos 27.000 años luz de nosotros, aunque permanece oculto por oscuras nubes interestelares que sólo nos permiten observar en luz visible a una distancia de 10.000 años luz. Pero esto no implica que no nos pueda llegar luz en otras frecuencias como las ondas radio o el infrarrojo.
En 1.932 un joven técnico norteamericano, Karl Guthe Jansky, estaba buscando perturbaciones atmosféricas con ayuda de una antena y dio con un "ruido" extraño con una longitud de onda de 14,6 metros que procedía de la zona de Sagitario, lo que fue confirmado por Grote Reber unos años más tarde. A esta fuente de radio se le llamó Sagittarius A y su estudio ha permitido esclarecer la naturaleza del centro de nuestra galaxia gracias al desarrollo de la radioastronomía y a la observación del movimiento de algunas estrellas cercanas a él. En concreto esto último ha permitido llegar a la conclusión de que Sagittarius A es un objeto extremadamente masivo (3'7 millones de veces la masa solar) confinado en un radio de 45 UA (45 veces la distancia de la Tierra al Sol), lo que apunta a que se trata de un agujero negro supermasivo, de modo que las ondas radio e infrarrojas que nos llegan son el resultado del calentamiento de la materia que cae hacia él.
A no ser que tengamos un radiotelescopio en el jardín de casa poco podemos ver de este monstruo. Sin embargo al dirigir unos prismáticos o un telescopio hacia esta zona podemos encontrar una enorme cantidad y variedad de cúmulos de estrellas y nebulosas. La nebulosa Trífida (M 20) y la de la Laguna (M 8) son las más conocidas a una distancia de unos 5.000 años luz de nosotros. Si ascendemos por el plano galáctico hasta las constelaciones de la Serpiente y el Escudo encontraremos la nebulosa Omega (M 17) y la nebulosa del Águila (M 16) a 5.500 y 7.000 años luz respectivamente, lugares de intensa formación estelar con cúmulos de estrellas jóvenes asociados. La gran cantidad de cúmulos estelares abiertos fáciles de observar hace muy gratificante un recorrido con prismáticos por estas constelaciones (preferiblemente que sean luminosos, unos 7x50 por ejemplo). También hay algunos cúmulos globulares de importancia como M 4 (en las proximidades de Antares) y M 22 (en Sagitario).
Mapa de la región central de la Vía Láctea |
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